#Entrelíneas | Economía global. La disrupción trumpista no tiene futuro

En tiempos en los que dominan las malas noticias, los peores escenarios se piensan inevitables. Así, a raíz de la guerra arancelaria que pretende activar el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en contra de buena parte de las economías de todo el mundo, una frase parecería lapidaria: adiós, libre comercio; hola, proteccionismo.

Más allá de la data dura que ha dado cuenta del desarrollo de la economía global, los principios, tendencias y dinámicas alrededor del modelo económico vigente se han involucrado, de un tiempo para acá, en una especie de carrusel. Durante la pandemia, que significó un choque tremendo para la economía mundial, algunos analistas económicos advirtieron de un fenómeno inusitado: la desaceleración de la globalización, que se manifestó a través de la parálisis de las cadenas globales de valor. Poco después, aún y cuando el virus del Covid-19 seguía cobrando vidas humanas, el comportamiento típico de la globalización empezó a despertar y a reactivarse, lo que trajo consigo la recuperación para muchas economías con sus correspondientes expectativas de crecimiento. Finalmente, cuando el mundo empezó a visibilizar la luz al final del túnel y la pandemia dejó de serlo, la economía global rebotó, los crecimientos acelerados empezaron a manifestarse en varios países, con sus deshonrosas excepciones (México incluido), y la economía global entró a una nueva normalidad, con cambios muy importantes en el comportamiento de las personas, gobiernos y empresas, pero, al final del día, la globalización y el libre mercado volvieron a colocarse como el principio fundamental del modelo económico vigente en buena parte del mundo. Pero esta historia empieza a descomponerse aquí. Hoy, Estados Unidos, que fue uno de los arquitectos del modelo, está pretendiendo arrinconarlo y colocarle dinamita a su alrededor para explotarlo, porque así lo determina la voluntad de su presidente. Hay un contexto: en su primer mandato, Donald Trump sí provocó un cierto resquebrajamiento en la economía global, pero, ahora, viene recargado. El pasado 2 de abril, en un evento celebrado en la Casa Blanca, el presidente de Estados Unidos presentó una serie de aranceles masivos hacia buena parte de los países del mundo, lo que podría restringir severamente el comercio internacional. “Regresó con una actitud de revancha”, acusa Alfredo Coutiño, director para América Latina de Moody’s Analytics. “Se echa de enemigos a los grandes aliados de su país y así intenta resquebrajar los bloques económicos. Nadie entiende la razón detrás de ello, pero lo que sí se alcanza a notar es que trae una actitud autocrática en el sentido de que quiere ser el líder de la economía mundial”. Las reacciones no se han hecho esperar. La mayoría de los países de Europa, bloque que por años ha buscado sellar la unidad entre sus miembros, se está adhiriendo a la causa para contrarrestar los impactos de las decisiones que se están tomando desde el otro lado del Atlántico. Donald Trump está logrando lo que parecía muy difícil: la unidad en buena parte de Europa. En Asia, en tanto, China está volteando a ver a Japón y también a Taiwán, Corea del Sur, entre otros vecinos, para defenderse ante las políticas comerciales que atraviesan el Pacífico. Es decir, si bien los bloques económicos están perfectamente delineados, se está fraguando un solo bloque que reacciona a la pretensión autocrática del gobierno de los Estados Unidos. Así, nos encontramos en la antesala de un fenómeno mundial cuya principal bandera es la batalla contra el proteccionismo. Si Estados Unidos se empeña en seguir así por los próximos cuatro años, se quedará con muy pocos aliados, al tiempo que el resto de los países seguirán fortaleciendo sus lazos. “Entonces, si esto continúa de esta manera, podríamos ver la formación de dos bloques totalmente diferentes. Uno, liderado por Estados Unidos y unos pocos países. Y el otro, más grande y posiblemente más poderoso en términos económicos, conformado por el resto del mundo”, sostiene Alfredo Coutiño. Hay quienes sostienen que estamos en una nueva era y que los años dorados del libre comercio están llegando a su fin. Al tiempo. Quizá, en realidad, estamos frente a un momento de disrupción en la economía global que, tarde o temprano, se apagará, por lo que prevalecerá el modelo económico de apertura, colaboración y desarrollo. En otras palabras: la disrupción trumpista tendría una naturaleza temporal. Así, se estima que la guerra arancelaria sea efímera. Varios países recurrirán a las represalias, muy probablemente el boicot a los productos estadounidenses será una escena que se replicará en muchos lados, se anunciarán mecanismos para amortiguar una guerra comercial inminente, los aranceles no eliminarán el déficit comercial de Estados Unidos y el fantasma de la recesión deambulará. Frente a todo eso, y más, la apuesta de Donald Trump no tendría futuro. Por lo pronto, después de las políticas arancelarias impuestas el pasado 2 de abril, domina la narrativa que sostiene que México salió bien librado y que, mientras que para el resto del mundo el horizonte pinta mal, ésta es tierra de oportunidades. El nearshoring, se dice, no está muerto y puede florecer. Nuestra patria, se afirma, vive su mejor momento para hacer crecer su economía. ¿Espejismos? México está integrado a América del Norte, en términos económicos, lo que incluye no solamente comercio, sino también inversión. Se ha beneficiado del mercado más grande del mundo, y eso ha relanzado a la economía mexicana a un estatus en la economía mundial mucho más importante que el que tenía anteriormente. Si el T-MEC se sostiene, México se seguirá beneficiando. Pero el inconveniente es que se ha vuelto mucho muy dependiente de los movimientos económicos y de las decisiones tomadas en Estados Unidos. Si la locomotora se mueve ligeramente, nuestra economía reacciona. México es el cabús del tren llamado Estados Unidos. Conclusión: la posición de México vista bajo una perspectiva geoeconómica es delicada. Su inevitable unión con Estados Unidos no es un dilema, pero le provocará muchos sacrificios con otros socios. Por ejemplo, su relación con China está en la mira. La diversificación de su comercio es una solución, aunque eso no se logrará de la noche a la mañana. Por lo pronto, su principal carta para jugar en la economía global conlleva aceptar las condiciones del político más odiado en todo el planeta.

********** Un digno caso de estudio es Elon Musk. El multimillonario, que durante muchos años fue el ejemplo a seguir para muchos líderes de empresas, hoy es un imán de amores y odios. Dos estampas alrededor de él, registradas el pasado fin de semana. La primera: millones de personas participaron en más de 1,400 protestas masivas, ocurridas en diferentes ciudades de Estados Unidos y de otros países, en contra de Donald Trump y Elon Musk, para manifestar su repudio hacia lo que describieron como el “acaparamiento del poder multimillonario” y a los ataques antiinmigrantes. La segunda: a través de una videoconferencia transmitida en el congreso de la Liga, celebrado en Italia, el fundador de Tesla y Space X, sin ningún protocolo, sentenció: “La inmigración masiva es una locura y destruirá a cualquier país que la permita”. ____ Nota del editor: Jonathán Torres es socio director de BeGood, Atelier de Reputación y Storydoing; periodista de negocios, consultor de medios, exdirector editorial de Forbes Media Latam. Síguelo en LinkedIn y en Twitter como @jtorresescobedo . Las opiniones publicadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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