Creatividad sin burnout, ¿es posible innovar sin destruir equipos?

¿En qué momento nos creímos la historia de que es necesario estar al borde del colapso emocional para tener buenas ideas?, ¿será este el resultado de la reinterpretación, equivocada, de las vidas sui generis de Remedios Varo o de Vincent Van Gogh?

Trampa del creativo exhausto Necesitamos cambiar el guion

Hace poco, en una conversación con directores de empresas creativas, me contaban que es muy común que sus equipos dejen de dormir, coman pizza y bebidas energéticas por semanas debido a la alta carga de trabajo. Todos los que trabajamos en la esfera creativa tenemos anécdotas así. Esa sensación de que hay que estar siempre conectado y listos para sacar la idea, no importa si son las 7 de la mañana o 11 y media de la noche. Lo confieso: Yo misma tuve ese ritmo porque pensaba que el caos es parte del show. Que las mejores ideas suceden sin importar el agotamiento mental y físico. Pero, la verdad, es que esa forma de trabajar no solo no es funcional, sino que también te desarma y vacía. Nos han vendido una narrativa: Ser brillante duele y la creatividad “debe” surgir incluso si estás en llamas. Lo vemos en las películas, en las historias de fundadores tech, en las entrevistas de artistas que dicen haber creado sus mejores obras en medio de una crisis. Y claro, a veces pasa. Pero que algo funcione bajo presión no significa que deba ser la norma. En mi experiencia, lo que más bloquea la creatividad no es la falta de talento, es el cansancio y exceso de cortisol. Ese tipo de fatiga que no se quita con dormir, sino con sentirte seguro y valorado. ¿Cómo se supone que pensemos fuera de la caja si estamos atrapados en ella? Hace poco alguien me dijo que ser creativo se siente como estar en una caminadora. Y sí, esa imagen me quedó dando vueltas. Porque hay algo muy cierto ahí estamos, corriendo tanto que ya ni nos cuestionamos hacia dónde. Seguimos diciendo sí a todo, apagando incendios y buscando esa validación que nunca llega. Y no hablo de cambiarlo todo de la noche a la mañana, sino de atrevernos a cuestionar lo que hemos normalizado. Porque la creatividad no tiene que ser una maratón sin descanso. Puede ser también un paseo para observar, pensar y conectar. Empezar por la cultura es clave. No la de los valores pegados en la pared, sino la real, la que se respira en las reuniones, en la forma en que se responde cuando alguien dice “no llego”. La cultura que no glorifica al que se queda más tarde. Suena aburrido, lo sé. Pero necesitamos procesos, estos nos dan estructura y cuando hay claridad, también hay espacio mental para imaginar. Y por supuesto, necesitamos líderes humanos. No coaches motivacionales que repiten frases hechas, sino personas que escuchen, que pregunten cómo estamos. Líderes que entiendan que un equipo no se gestiona solo con metas, sino con empatía y compasión. No tengo todas las respuestas, pero sí he aprendido que hay prácticas que hacen una diferencia. Les comparto algunas: – Hacer del descanso un ritual: No debería ser necesario ganarse el derecho a descansar. Las pausas alimentan la creatividad. Las caminatas sin celular, las siestas, los fines de semana sin correos, todo eso importa. – Dejar espacio para decir que no: A veces las mejores ideas nacen cuando alguien se atreve a cuestionar la urgencia de un brief. Crear una cultura donde está bien no estar de acuerdo es fundamental. – No idealizar la urgencia: Aprender a planear, a decir “esto puede esperar” y a poner tiempos cambia todo. – Celebrar el proceso: Hay tanto valor en cómo se llegó a una idea como en la idea misma. Reconocer los esfuerzos y hasta intentos fallidos también nutre el ecosistema. – Escuchar más allá de lo laboral: Preguntar cómo está alguien no es perder tiempo, es construir confianza. Y los equipos que confían, crean mejor.

Innovar sin rompernos

La creatividad no es solo generar ideas, también es cambiar las formas. Imaginar nuevas maneras de trabajar, de liderar, de cuidarnos. Porque innovar sin destruir equipos no solo es posible, es urgente. No tenemos que seguir replicando modelos caducos que glorifican el Síndrome de Burnout. Podemos construir espacios de trabajo donde las personas quieran quedarse, donde las ideas nazcan en la calma y no en el agotamiento. Y para eso, hace falta coraje. Coraje para decir: así no quiero trabajar, para proponer formas distintas y para creer que podemos ser brillantes sin estar rotos. Si llegaste hasta aquí, te dejo una pregunta que a mí me sirve mucho: ¿Estás cuidando tu creatividad o solo sobreviviendo a ella? Porque al final del día, crear debería ser un acto de vida, no de muerte. ___ Nota del editor: Nayelli Maldonado es CEO de Antídoto. Las opiniones publicadas en esta columna corresponden exclusivamente a la autora. Consulta más información sobre este y otros temas en el canal Opinión

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